jueves, 2 de octubre de 2008

Retrato


La fisonomía de Anita Moreno queda delineada en el siguiente retrato que trazan los testigos oculares de su tiempo y de su obra social y cristiana. Para conservar mayor fidelidad a la descripción de los testigos, copio literalmente sus propias expresiones: “Físicamente era muy hermosa", “una cara muy bonita, blanca, perfilada, ojos celestes y pelo largo, peinado hacia atrás”; indicativo de la profundidad de su entendimiento y la madurez del juicio. “Siempre fue de un físico agradable, bonita, blanca, ojos azules y de aspecto llamativo y algunos decían que se parecía a la Virgen María", por su imagen vigorosa y bien definida, de acertados razonamientos, virtud sólida y frecuente oración tensada por el continuo trabajo. “Tenía una voz especial como de santa”.

“Andaba con zapatos de pana negra” y “vestidos largos de colores oscuros, los de luto, con dos bolsillos en la parte inferior a la altura de la cadera”. “Humildemente se acercaba y alejaba, humildemente agachaba la cabeza y se retiraba, nunca rechistó ni media palabra, siempre fue sumisa y humilde”.

Durante sus años de juventud podía recorrer con vigorosa disposición las calles de la comunidad haciendo significativos esfuerzos por sus creativas e inteligentes actividades económicas, necesarias para socorrer a sus amados pobres y engalanar las festividades que el calendario litúrgico ordenaba. En la vejes se le veía caminar hacia el templo con pasos cortos y decididos para corresponder con su providencial auxilio en la liturgia o para asistir a enfermos y moribundos. Saludaba a todos cuantos se encontrara en el camino, no tenía distinciones de personas y para todos ofrecía una palabra de saludo, aliento, ánimo y esperanza.

“Le gustaba hacer las cosas en grande, ella no se contentaba con una celebración sencilla, ella no escatimaba esfuerzo por hacer algo en grande”. Esta era una constante característica biográfica que se perpetuó en la vida celebrativa de La Villa de Los Santos; así, las fiestas solemnes las hacía fulgurar por la sencillez y nobleza del corazón que ama la belleza divina plasmada en las obras humanas, porque “en ella estaba la santa gracia de Dios”, ya que vivió según el corazón de Dios.

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