lunes, 13 de octubre de 2008

EL REY DE LA GLORIA


El siguiente es el himno "El Rey de la Gloria, que se utiliza en la posa en el Santo Sepulcro, del Viernes Santo, al terminar la procesión y junto a la puerta principal de la iglesia.

¿Cómo podrá el sentimiento
Ocultar al corazón?/
/Viéndose en tantas tinieblas
Eclipsado, eclipsado, el mejor sol./

¡Ay que dolor!
/Ver al Rey de la Gloria,
ver al Rey de la Gloria,
Ver al Rey de la Gloria
En tanta aflicción./

/La tierra tiembla y se parte
Y se cubre de capus el sol./
/Las piedras se despedazan
Cuando muere, cuando muere, el Redentor./

LA ORACIÓN Y LA VIDA EUCARISTICA DE ANITA MORENO


El Presbítero Daniel Poveda señala que “no hubo un día en que Anita Moreno dejase de asistir a la celebración eucarística, y de acercarse devotamente a recibir la Santa Comunión, pues era ella una católica de confesión frecuente y comunión diaria”. “No faltaba a Misa, no sólo los domingos, todos los días iba a misa. Además, ella iba indicando todas las partes de la Misa, iba todos los días”. La vida orante de Anita Moreno, fruto de sus fervientes visitas al Santísimo Sacramento, le han forjado una espiritualidad eucarística sin igual, porque la eucaristía ilumina la senda y aporta vitalidad al camino de la santidad del cristiano. Es en la Eucaristía donde el hombre se convierte en una nueva criatura llevando siempre en el cuerpo la muerte y resurrección de Jesús y así se manifestó en Anita Moreno con razón de la comunión intensa en la oración que ella mantenía junto al sagrario: “Ella delante del Santísimo se arrodillaba, se arrodillaba con las dos rodillas en tierra y con aquella sumisión, que, mira, que muchas veces yo llegué a compararla con la Virgen María, porque ella era muy sumisa, muy humilde ante el Santísimo y ella fue una de las que me dijo a mí siempre sé amiga del Santísimo y ella siempre se arrodillaba por delante del Santísimo y eso me quedó grabado en la mente".

Este testimonio lo repiten muchos otros contemporáneos de Anita Moreno, indicativo de los muchos momentos durante el día en que Anita visitaba la iglesia para encontrarse y contemplar a Jesús Sacramentado en la adoración cotidiana. Allí encontró Anita la verdadera fuente que mantenía su existencia y su fuerte actividad apostólica.

El siguiente es un testimonio ecepcional: Yo una vez, estando la Niña Anita enferma, ya le habían diagnosticado sus problemas (arteriosclerosis). A ella le habían prohibido visitar la iglesia, sino era sólo con su familia, porque ella se emocionaba muchísimo. Ella me dijo que por qué no le llevaba a la iglesia, yo asumí el riesgo de llevarla y escondido, la llevé a la iglesia en el carro que yo tenía en ese tiempo y yo la llevé hasta el Santísimo y ahí pasó algo que nunca se me olvidará. Cuando ella estaba ante el Santísimo, ella dijo: «he aquí a tu peor pecadora». Pero me asusté muchísimo. Ella se desprendió en ese instante, ahí quedó el cascarón de la Niña Anita, me aprisionaba y no reaccionaba, su alma salió de su cuerpo y al tiempo volvió su alma al cuerpo. Ella se puso inmóvil y como que volvió. Ella se fue y al tiempo su alma volvió al cuerpo”.

De acuerdo a los diversos testimonios que hemos recabado, era frecuente encontrar a Anita Moreno en el templo, cerca del presbiterio, concentrada en su oración personal y fija la mirada en el Sagrario y sobre todo en la celebración de la Eucaristía: “Yo podía ver esa concentración que tenía ante la misa, con esa voz que tenía, al tocar el piano lo hacía con admiración aunque lo tocara mal, pero lo hacía con delicadeza".

Anita recitaba continuamente “la oración esta que dice generalmente al final de la adoración del Santo Sacramento: «Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del Costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh buen Jesús, óyeme! Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de ti. Del enemigo malo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén». Esta era una oración que ella siempre tenía en su boca. Yo conocí esa oración con ella. Ella le tenía mucho afecto a María y de hecho la entusiasmaba mucho, pero era bien conciente de Jesús Eucaristía, ella amaba a Jesús y ella nos inculcaba a nosotros el amor a Jesús Sacramentado y a pesar de que en ese tiempo las eucaristías eran en latín y si no hubiese sido por ella, nosotros no hubiéramos aprendido a amar a Jesús y a María, porque no teníamos otra forma todo era en latín. Entonces uno perseveraba alrededor de las cosas que ella nos enseñó. Sembró en nosotros el amor a la Virgen y el amor a Jesús Sacramentado. Porque yo a veces digo, si nosotros no la hubiésemos tenido a ella con las misas en latín, con los sacerdotes como tan a distancia que eran unos santos para uno, esos sacerdotes eran algo fuera de serie, entonces uno ni se atrevía a acercarse. Cómo íbamos nosotros a aprender de Dios si no fue a través de la Niña Anita, ella fue, definitivamente. Yo puedo hablar por los de mi generación y hasta de las de antes que encontramos en las Hijas de María. Para mí ella ha sido un pilar fundamental de mi fe. Ella la promovió y la mantuvo”.

Dentro del ciclo de las celebraciones del calendario romano destaca la solemnidad del Corpus Christi. Anita Moreno correspondía con su particular entusiasmo en lo concerniente a estas celebraciones, que gozan de especial solemnidad y folclor en La Villa de Los Santos. Según las impresiones de Narciso Garay en su visita de observación y estudio escribió las siguientes descripciones: después de la misa cantada que celebra la iglesia del pueblo con toda la pompa realizable en el lugar, sale la procesión del Santísimo Sacramento, a la cual participa todo el concurso de los fieles. Los caballeros principales llevan las varas del palio o cirios encendidos. La masa popular y campesina lleva cirios o no, pero acompaña el cortejo a cabeza descubierta y al parecer poseída de profunda fe. Los señores del pueblo han preparado entre tanto sus residencias para recibir la visita del Santísimo y han convertido en capilla uno de los aposentos de la casa que miran a la calle. Con gran profusión de flores, vasos y ornamentos sagrados, procedentes a veces de algún viejo altar de la misma iglesia parroquial, las casas señoriales de la Villa aderezan sus altares privados y ofrecen la mejor hospitalidad posible al Divino Redentor, a los sacerdotes y oficiantes y al pueblo que los escolta.

Una docena de visitas hace el Santísimo, dejando a su paso por las calles, espirales de incienso que el viento deshace, rumores de antífonas y salmos gregorianos entonados al aire libre por el señor cura y sus auxiliares; notas de violines y flautas y acentos de voces humanas que resuenan bajo el techo de las casas principales y exhalan en cantos litúrgicos la devoción de aquellas almas buenas y sencillas que creen, oran y esperan.

domingo, 5 de octubre de 2008

HIJA PREDILECTA DE LA VILLA DE LOS SANTOS EN 1946


También Ana María Moreno fue objeto de algunas distinciones merecidas, como el homenaje apoteósico popular en el año 1946, en el que recibiera el reconocimiento y respeto de todo su pueblo. Entre poemas, telegramas, cánticos, medallas y discursos, El Honorable Consejo Municipal la declaró "Hija Predilecta de La Villa de Los Santos", con la Resolución número 2 del 31 de agosto de 1946, por la cual se declara a la Señorita Ana María Moreno, Hija Predilecta de La Villa de Los Santos. La resolución reza lo siguiente:

“El Consejo Municipal del Distrito de Los Santos, considerando que la ciudad de Los Santos, tributa hoy a la señorita Ana María Moreno reconocimiento público por sus servicios prestados a la comunidad panameña, que a pesar de que la señorita Ana María Moreno nació en la vecina ciudad de Macaracas sus desvelos por el progreso de este pueblo la han hecho merecedora del reconocimiento público y que es deber del Consejo Municipal de este distrito, fiel intérprete y representante genuino de la colectividad santeña, adherirse a este acto, con le cual se estimula a las generaciones venideras para que sigan en su lucha por el bienestar de la comunidad en general, resuelve: Declarar a la señorita ana María Moreno Hija Predilecta de La Villa de Los Santos en recompensa a los servicios prestados por ella a la comunidad panameña. Adherirse al reconocimiento público que en la noche de hoy 31 de agosto le tributa el pueblo de Los Santos y nombrar una comisión especial para que en nombre de este Consejo Municipal ponga en manos de la señorita Moreno copia auténtica de esta resolución con su correspondiente nota de estilo.
Dado en la ciudad de Los Santos a los 31 días del mes de agosto de 1946.
El Presidente: Enrique Cedeño Bernal
La Secretaria: Ana Elida Vásquez T.”

A continuación reproducimos el humilde, sentido y sereno discurso que pronunciara La Niña Anita con motivos de tan importante distinción distrital:

“Damas y Caballeros:

Yo no sé hablar. Solamente sé sentir, amar, sufrir y llorar que es lo que aprendemos todas las mujeres.

Si yo supiera hablar, si supiera expresar en forma bella los sentimientos del alma, qué palabras tan hermosas os diría en esta noche. Me equivoco. Aunque supiera hablar y tuviera el don de saber expresarme en un lenguaje seductor, me sería imposible manifestar en estos momentos todo lo que siento. Hay sentimientos en el corazón que químicamente se pueden manifestar con lágrimas y con besos. Sí, os lo aseguro, he de testimoniaros muchas veces, mi reconocimiento profundo y sincero.

Esta medalla que benévolamente habéis colocado en mi pecho, simboliza para mí el corazón de La Villa, y siempre que la bese estaré en ella, emocionada y agradecida, del corazón de todos los santeños.

Si he aceptado este homenaje honrosísimo para mí, creedme, no lo he hecho porque crea ser merecedora de él, no, no, nunca he pensado que esta manifestación de aprecio y cariño fuera recompensa de virtudes y galardón de méritos que no poseo.

Si he aceptado este tributo de simpatía, lo he hecho únicamente porque he comprendido que era un gesto de gentileza, una galantería fina y delicada para una de las mujeres de la noble y heroica Villa de Los Santos, que ha sido entre todas las ciudades panameñas, la ciudad hidalga por excelencia.

Yo no he hecho nada que sea merecedora a este magnífico homenaje. Lo único que he hecho es amar a Dios y querer a mi pueblo, y por su amor, adornar y embellecer lo que mi pueblo más quiere: su iglesia, a fin de que todos cuantos la visitaran, especialmente en las solemnidades de la Semana Santa, al verla glorificaran a Dios y admiraran a la Villa, y de ella se llevaran gratísimos recuerdos.

Este es el único mérito que os puedo ofrecer en esta exaltación gloriosa: El amar a La Villa de Los Santos y el amar a la Joya de su Templo. El recuerdo de este día será uno de los recuerdos más consoladores de mi vida, será para mi alma una aureola de luz y de gloria, y para mi corazón, un poderoso y constante estímulo al trabajo. Mi espíritu se conforta y me anima a vivir, para seguir trabajando en cuanto pueda ser útil a todos, siempre que con ello remedie una necesidad y pueda poner en práctica la doctrina del Divino Maestro. Mis gracias al Honorable Consejo Municipal por haberme declarado, en gesto desprendido “Hija Predilecta de La Villa de Los Santos”; y mil gracias así mismo al Comité “Diez de Noviembre” por su honroso pergamino y mi retrato, obsequio benévolo del artista Don Virgilio Cedeño y a todas las personas y entidades que de alguna manera hayan contribuido a este homenaje, mi reconocimiento sincero, fervoroso y eterno.

La última palabra para la iniciadora y organizadora de este conmovedor agasajo: Fermina, del alma, cómo te podré agradecer y pagar lo mucho que por mí has hecho ¡Sólo con un abrazo, permíteme que te abrace, porque el abrazarte a ti es mi deseo abrazar en tu persona a todos y cada uno de mis queridos santeños".

jueves, 2 de octubre de 2008

Retrato


La fisonomía de Anita Moreno queda delineada en el siguiente retrato que trazan los testigos oculares de su tiempo y de su obra social y cristiana. Para conservar mayor fidelidad a la descripción de los testigos, copio literalmente sus propias expresiones: “Físicamente era muy hermosa", “una cara muy bonita, blanca, perfilada, ojos celestes y pelo largo, peinado hacia atrás”; indicativo de la profundidad de su entendimiento y la madurez del juicio. “Siempre fue de un físico agradable, bonita, blanca, ojos azules y de aspecto llamativo y algunos decían que se parecía a la Virgen María", por su imagen vigorosa y bien definida, de acertados razonamientos, virtud sólida y frecuente oración tensada por el continuo trabajo. “Tenía una voz especial como de santa”.

“Andaba con zapatos de pana negra” y “vestidos largos de colores oscuros, los de luto, con dos bolsillos en la parte inferior a la altura de la cadera”. “Humildemente se acercaba y alejaba, humildemente agachaba la cabeza y se retiraba, nunca rechistó ni media palabra, siempre fue sumisa y humilde”.

Durante sus años de juventud podía recorrer con vigorosa disposición las calles de la comunidad haciendo significativos esfuerzos por sus creativas e inteligentes actividades económicas, necesarias para socorrer a sus amados pobres y engalanar las festividades que el calendario litúrgico ordenaba. En la vejes se le veía caminar hacia el templo con pasos cortos y decididos para corresponder con su providencial auxilio en la liturgia o para asistir a enfermos y moribundos. Saludaba a todos cuantos se encontrara en el camino, no tenía distinciones de personas y para todos ofrecía una palabra de saludo, aliento, ánimo y esperanza.

“Le gustaba hacer las cosas en grande, ella no se contentaba con una celebración sencilla, ella no escatimaba esfuerzo por hacer algo en grande”. Esta era una constante característica biográfica que se perpetuó en la vida celebrativa de La Villa de Los Santos; así, las fiestas solemnes las hacía fulgurar por la sencillez y nobleza del corazón que ama la belleza divina plasmada en las obras humanas, porque “en ella estaba la santa gracia de Dios”, ya que vivió según el corazón de Dios.