lunes, 22 de junio de 2009

Deseo y Bendición


Anita Moreno solía bendecir a sus hijos con un deseo tierno y sencillo que honraba a la Virgen María. Decía así:


Que la Virgen María te cubra con su manto de Reina,

con su velo de Virgen

y con su corazón de Madre.


Reina, Virgen y Madre, la Virgen María fraguó la vida interior de Anita Moreno y la prepararó para enseñar a los santeños a amar a María, la Madre de todos.

miércoles, 17 de junio de 2009

100 Años de la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús y el Apostolado de la Oración en La Villa de Los Santos.


De la misma manera que Anita Moreno estuvo a cargo de la Asociación de Hijas de María, también se desempeñó durante muchos años como Presidenta del Apostolado de la Oración o Asociación del Sagrado Corazón de Jesús.

El Apostolado de la Oración es una manera eficaz para que Jesús reine en los hogares, de acuerdo a las revelaciones de Jesucristo hechas a Margarita María Alacoque, en Paray Le-Monial, Francia, del 27 de diciembre de 1673 al 20 de junio de 1675. Más tarde estas revelaciones fueron revisadas teológicamente por el papa León XIII en su encíclica Annum Sacrum del 25 de mayo de 1899, en la que afirma que “la raza humana en su totalidad debería ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús”, declarando su consagración en 11 de junio del mismo año. El papa Pio XII desarrollará en la encíclica Hauretis Aquas, el culto al Sagrado Corazón, plasmado en el número 478 del Catecismo de la Iglesia Católica.


En visita pastoral realizada el 14 de abril de 1875 por el obispo Ignacio Antonio Parra a la Villa de Los Santos, ordena que se funde en la parroquia de San Atanasio la “Asociación del Sagrado Corazón de Jesús” llamada el “Apostolado de la Oración””en la cual no hay duda, se dará un impulso a la confraternidad ya establecida en la parroquia para cuyo efecto dejamos al párroco algunas patentes y ordenanzas se abrá un registro especial de los asociados con la debida separación de sexos, y se de cuenta oportuna del número de asociados.” Aunque, no es hasta 1875, cuando se funda la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús en la parroquia de San Atanasio, desde el siglo XVIII tenemos noticias que ya existia la devoción al Corazón de Jesús arraigada en el alma de los santeños como textualmente dice el Libro de la Hermandad del Santísimo Sacramento “[1] que cada año el primer viernes inmediato siguiente después de la fiesta del Corpus Christi hagan una solemne procesión fuera y alrededor de la dicha iglesia de minerva, llevando el Santo Sacramento con mucho honor y veneración con candela y hachas encendidas.”


Para el obispo José Alejandro Peralta, artífice y promotor del Apostolado introducido en Panamá, mediante carta pastoral de 1894, indica que es una gracia que en la diócesis panameña haya quienes promuevan esta devoción para orar y trabajar para que advenga el Reino de Dios[2].

El mes de junio estaba consagrado a los actos de piedad ofrecidos al Corazón de Jesús. En la Villa de Los Santos “cada noche del mes de junio se congregaban los cofrades del Corazón de Jesús, damas y varones, con cintas rojas y medallas sobre el pecho, para participar del Santo Rosario y de las devociones propias de este mes”[3].

Anita Moreno y todas las socias del Apostolado estaban vinculadas por las obras de piedad cristiana estimuladas por la oración personal y familiar, acicateadas por el rezo del Santo Rosario, la oración por excelencia de Anita Moreno frente a su lienzo de la Inmaculada Concepción y, que aún preside el salón principal de su casa natal; así como el lienzo del Sagrado Corazón de Jesús que conservaba en la intimidad de su alcoba.

Otro elemento imprescindible del Apostolado de la Oración es la Comunión Reparadora con la cual las socias se integraban al Corazón de Cristo y participan de la divinidad de Jesús, a través de la oblación en Cristo por el perdón de los propios pecados y por las ofensas que éste recibe de los hombres.

El Profesor Aramis Aguilar recuerda con especial cuidado una visión de Anita Moreno en la que ella contemplaba al Sagrado Corazón de Jesús: “Una vez me dijo a mí la Niña Anita esta frase:

-Mira, ¿sabes? Aquí estuvo el Sagrado Corazón de Jesús.
-Mama Tía ¿usted lo vio?
Dice: -si
-Y me sonrió y me dio una bendición. Pero estuvo aquí, yo estoy segura, no es que estoy soñando, ni que estoy perdiendo el juicio, -así me dijo- es que yo lo vi aquí. Anita Moreno estaba en cama, pero estaba completamente lúcida. Y me dijo eso: «Yo vi aquí al Corazón de Jesús, iluminado, lo vi frente a mi cama»”[4].


[1] Libro de la cofradía del sanísimo sacrameno. Parroquia san aanasio.
[2] OSORIO, OSORIO, Alberto, Historia Eclesiástica de Panamá, Panamá 2000, pág. 395.
[3] POVEDA, Daniel S., Ana María Moreno Castillo, Una vida consagrada a Dios.
[4] Entrevista al Profesor Aramis Aguilar, concedida al Padre Pedro Moreno y al Profesor Manuel Moreno, el día 28 de junio, en La Villa de Los Santos.

Acontecer Social, Político y de la Iglesia de Panamá y Azuero.

Anita Moreno es testigo de primer orden de los cambios sociales, políticos y educativos que se dan en Panamá y Colombia a finales del siglo XIX y a lo largo del XX. Nació en 1887, año en el cual Roma y Bogotá firman el Concordato que pone fin a décadas de hostilidad entre la Iglesia y Colombia. Su vida transcurre entre la Separación del Istmo en 1903, todo el acontecer republicano y fallece en 1977, año en que finalmente se resuelven las graves discrepancias entre Panamá y los Estados Unidos con la ratificación de los Tratados del Canal. Anita Moreno es un signo de los tiempos y ella ve sucesos irrepetibles que marcan el desenvolvimiento integral de su país y de su región.

El arco de vida histórica de Anita Moreno quedó determinado por el ambiente social de estos siglos, y en Azuero, en la región central de Panamá, repercutían, con no pocas consecuencias, los influjos de un cambio absoluto para la configuración de la incipiente y nueva nación panameña.

En la década de 1880 en el interior del país las cosas no eran las mejores. Las poblaciones no pasaban de escuálidos centros con casas de quincha y tejas, bohíos de paja y una que otra construcción de mampostería, que en algunos casos eran los templos y no todos.

La constitución Política de 1886, obra del presidente Rafael Núñez, eliminó el régimen federal que gozaba el Istmo y lo reemplazó por uno centralista que anuló la autonomía que disfrutó Panamá por tres décadas. Panamá regresa a su condición de departamento y fue nombrado como gobernador Don Alejandro Posada, quien reorganizó el Istmo en seis provincias. La provincia de Los Santos tenía su capital en La Villa de Los Santos.

Según el censo de población del Estado de Panamá que ordenó el obispo José Telésforo Paul, el departamento de Los Santos contaba con 37,670 habitantes. La población se dedicaba en su mayoría a la ganadería y a la agricultura, para la subsistencia, también suministraban productos a las ciudades de Panamá y Colón.

Eran los años más próximos a la Separación de Panamá de Colombia, cuando la pobreza y el sometimiento bogotano resentían las rancias estructuras conservadoras coloniales, casi extinguidas tras la independencia de España. Panamá pasó a ser un departamento colombiano hasta su independencia, el 3 noviembre de 1903. Estos son los tiempos en que Los Estados Unidos de Norteamérica encontrara intereses en tierras panameñas, aún cuando el pueblo veía pasar riquezas por sus tierras, propio de su vocación transitista; no obstante, nada de ello se quedaba en el Istmo.

En la transición del siglo XIX y XX, cuando el Istmo panameño surge como nuevo Estado, con una indiscutible vocación trasitista de alcance mundial, debido a la construcción del Canal, la mujer panameña era una subsidiaria para los servicios que producían la incipiente economía del país. Además, les estaba negado incontestablemente el acceso a la esfera política, porque la actuación social se reservaba exclusivamente a los varones. No obstante, nadie arriesgaba refutar que la mujer es quien da fondo y forma a la crianza de los hijos, convirtiéndose así en la garante transmisora de la fe, la configurante de la personalidad individual y colectiva; así como también, es la mujer el substrato fecundado de la cultura.

Era notorio que las mujeres no tuvieran un acceso al estudio siendo así que hasta más allá de la segunda mitad del siglo XIX seguían siendo las que única y exclusivamente desempeñaban las labores hogareñas, la acompañante del varón y el complemento de las tareas agrícolas y ganaderas; además, de ser un ente al que se le endilgaba una insuficiencia femenil para la instrucción.

Hoy todo es distinto. Las mujeres gozan de un especial impulso debido a la formación, la salud, el estudio, la adaptabilidad, la fe, la confianza en sí mismas, que las mujeres panameñas nutrieron desde siempre, abriéndose a nuevos horizontes culturales.

Estos acontecimientos fueron creando el ambiente de nuestros pueblos. Parecen irrelevantes para la región de Azuero; sin embargo, ya se estaban reseñados los futuros derroteros del pueblo azuerence, al que llegaban, por reflejos, los desafíos de la modernidad que estaba cerniéndose sobre Panamá. Aunado a las disensiones anárquicas entre las ideologías de los conservadores y los liberales miembros de honorables familias, pero antagónicas políticamente, aunque no exentas de las pendencias familiares causadas por la política heredada de la Gran Colombia.

La Iglesia también se sintió estremecida, debido a las vicisitudes causadas por la independencia de España que aún, en esta época de finales del siglo decimonónico, se estaba resarciendo; de modo que la histórica eclesiástica de Panamá siguió las vicisitudes de Colombia. En la vida nacional los gobiernos panameños no se perfilaban oficialmente católicos, contrario de la tendencia confesional católica colombiana.

La influencia del arzobispo José Telésforo Paúl en la elaboración de la Constitución colombiana de 1886 fue brillante y destacada, aunque discreta. La nueva Constitución ordenó la educación cristiana del pueblo colombiano y abrió la puerta a la celebración del Concordato, que habría de regularizar las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y resolver benignamente los graves problemas surgidos por la desamortización de los bienes de la Iglesia hecha por la revolución de 1860.

Igualmente, el arzobispo Paúl tuvo una gran intervención en el Concordato de 1887, que normalizó las relaciones entre la Santa Sede y la República de Colombia, interrumpidas desde 1853, cuando se estableció en la Constitución la separación entre la Iglesia y el Estado[1] en el gobierno del General José Hilario López. El estado colombiano se obliga en el concordato a darle una subvención a la Diócesis y el senado colombiano suspende del subsidio mientras este Departamento se mantenga en rebeldía a raíz de la Separación de Colombia. Hasta la fecha no se ha pagado. Con este dinero se mantenía el seminario fundado por Monseñor Francisco Javier Junguito, S.J.

Las circunstancias especiales de Panamá con la construcción de un canal interoceánico de gran magnitud, perteneciente a una potencia mundial de mayoría protestante, han creado condiciones religiosas difíciles y en constante evolución, para un país pequeño, de escasa población que entonces no llegaba a 300.000 habitantes. Además, la fábrica canalera atrajo hacia Panamá habitantes de diversas religiones o de ninguna; aunque la Iglesia en Panamá ha podido desarrollar su labor con bastante libertad y continuidad, a pesar de los escasos medios. Por eso se da con frecuencia gran ignorancia religiosa, explicada en parte por la escasez del clero. Hay zonas extremas, especialmente en el Darién, apenas visitadas por los misioneros encargados de la evangelización entre los indígenas. Sin embargo, la Iglesia ha ido organizándose, llamando a más misioneros y sacerdotes, multiplicando escuelas, colegios, centros benéficos y sociales. Se inauguró la Univ. Católica Nuestra Señora de La Antigua en mayo 1965, con varios centenares de estudiantes. Hay nuevo seminario dirigido por los paúles, nuevas iglesias, colegios y escuelas con miles de alumnos. En 1958 se celebraron en P. misiones populares en 286 centros durante un mes. Se celebraron o legitimaron 25.092 matrimonios y hubo alrededor de 800.000 comuniones. El presidente de la República, Ernesto de La Guardia leyó la consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y María ante 26.000 asistentes.

[1] MOSQUERA GARCÉS, MANUEL. "Paúl y Su tiempo". En: La ciudad creyente. Bogotá , Ed. Centro, 1938. VARGAS PAÚL, GUILLERMO. El arzobispo Paúl y la transformación política de 1886. Bogotá, El Voto Nacional, 1964.