miércoles, 23 de julio de 2008

San Juan de Dios, el inspirador de Anita Moreno.


BIOGRAFÍA DE SAN JUAN DE DIOS

Nació en 1495, en Montemor-o-Novo (Portugal), en el seno de una familia humilde. Cuando aún no contaba con diez años, se establece en Oropesa, (Toledo) (España), en la casa de Francisco Cid Mayoral, al cual le servía como pastor. En 1523 se alista en el ejército y participa en varias guerras, la última en 1532, en la campaña de Carlos I contra los Turcos. Fue para él una dura experiencia, siendo expulsado en una ocasión. En 1535 se pone a trabajar como picapedrero asalariado en la fortificación de la ciudad de Ceuta. Allí ayuda, con sus magros ingresos, a una noble familia portuguesa que vive desterrada y en la ruina. Más tarde, pasa a Gibraltar, donde se hace vendedor ambulante de libros y estampas. De ahí se traslada definitivamente a Granada, en 1538, y abre una pequeña librería en la Puerta Elvira. Sería en esta librería donde comienza su contacto con los libros de tipo religioso.


El 20 de enero de 1539 se produce un hecho trascendental. Mientras escuchaba el sermón predicado por San Juan de Ávila en la Ermita de los Mártires, tiene lugar su conversión. Las palabras de Juan de Ávila producen en él una conmoción tal, que le lleva a destruir los libros que vendía, vaga desnudo por la ciudad, los niños lo apedrean y todos se mofan de él. Su comportamiento es el de un loco y, como tal, es encerrado en el Hospital Real. Allí trata con los enfermos y mendigos y va ordenando sus ideas y su espíritu mediante la reflexión profunda. Juan de Ávila dirige su joven e impaciente espíritu y lo manda peregrinar al santuario de la Virgen de Guadalupe en Extremadura. Allí madura su propósito y a los pies de la Virgen promete entregarse a los pobres, enfermos y a todos los desfavorecidos del mundo.

Juan vuelve a Granada en otoño de ese mismo año, lleno de entusiasmo y humanidad. Los recursos con los que cuenta son su propio esfuerzo y la generosidad de la gente. En un principio Juan utiliza las casas de sus bienhechores para acoger a los enfermos y desfavorecidos de la ciudad. Pero pronto tuvo que alquilar una casa, en la calle Lucena, donde monta su primer hospital. Pronto crece su fama por Granada, y el obispo le pone el nombre de Juan de Dios. En los siguientes diez años crece su obra y abre otro hospital en la Cuesta de Gomérez. Es, así mismo, un innovador de la asistencia hospitalaria de su época. Sus obras se multiplican y crece el número de sus discípulos y se sientan las bases de su obra a través del tiempo. Su incansable trabajo hace que caiga enfermo y le obliga a retirarse a descansar a la casa de los Pisa. Allí muere el día 8 de marzo de 1550.

Fue beatificado por el papa Urbano VIII el 1 de septiembre de 1630 y canonizado por el papa Alejandro VIII, el 16 de octubre de 1690. Fue nombrado santo patrón de los hospitales y de los enfermos.

A su muerte su obra se extendió por toda España e Italia y hoy día está presente en los cinco continentes.

Su personalidad y su obra

* Ser sensible, humano-cristiano y social.

* Sale al encuentro de los necesitados y los acoge sin poner condiciones para su asistencia. Todo necesitado tiene derecho a ser atendido.

* Desarrolla métodos de atención pioneros en su época. Atención integral de la persona necesitada, respetando su dignidad y defendiendo sus derechos.

* Solicita recursos a toda la sociedad: “hermanos, haceos bien a vosotros mismos”, era su grito y su lema.

* Reúne a un grupo de personas que darán continuidad a su obra (los Hermanos de Juan de Dios).

Liturgia de difuntos en el día del XXX Aniversario de la pascua de La Niña Anita

Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

Himno

Si vivimos, vivimos para Dios;
si morimos, morimos para Dios;
en la vida y en la muerte,
somos de Dios.

Nuestras vidas son del Señor,
en sus manos descansarán;
el que cree y vive en él
no morirá.

Con Cristo viviré,
con Cristo moriré;
llevando en el cuerpo
la muerte del Señor;
llevando en el alma
la vida del Señor.

Si vivimos, vivimos para Dios;
si morimos, morimos para Dios;
en la vida y en la muerte,
somos de Dios. Amén.

Salmo 90
A la sombra del Omnipotente

Antífona. El Señor es mi refugio y mi fuerte Salvador.

Tú que habitas al Amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en Ti".

El te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
Su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Nada mirar con tus ojos,
verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevará en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

"Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré,
lo saciaré de largos días
y le haré ver mi salvación".

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Se repite la antífona. El Señor es mi refugio y mi fuerte Salvador.

LECTURA BREVE

Juan 14, 1-7
Yo soy el camino y la verdad y la vida


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.

Tomás le dice:
-Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?

Jesús le responde:
-Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.


RESPONSORIO

Bendito es nuestro Dios en todo tiempo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Amén.

R/. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal,
ten piedad de nosotros. (3 veces)

PRECES

En paz roguemos al Señor.

Señor, ten piedad.

Por la paz que viene desde lo alto y la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por la remisión de los pecados, en la bienaventurada memoria de Ana María Moreno, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por los siempre recordados difuntos siervos de Dios, por su descanso, perdón de los pecados, paz y bienaventurada memoria, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por aquellos que lloran, que sufren, y que esperan el consuelo de Cristo, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Para que nos libere de toda aflicción, ira y necesidad, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Con los Santos haz morar, oh Cristo, a Ana María, tu sierva, y a todos los fieles difuntos, donde no hay tristeza, ni dolor, ni angustia, sino vida eterna.

Oremos juntos a Dios nuestro Padre como nos enseñó Jesús: Padrenuestro.

ORACIÓN

Señor Dios, que has querido que Ana María, a través de la muerte, fuera configurada con Cristo, que por nosotros murió en la cruz; por la gracia renovadora de la Pascua y por la intercesión de Santa María, bendice el amor que Ana María siempre nos tuvo en la tierra, aleja de ella todo vestigio de corrupción terrena; y pues quisiste marcarla en su vida mortal con el sello del Espíritu Santo y alimentarla con el cuerpo y sangre de Cristo, dígnate también resucitarla un día a la vida eterna de la gloria y que desde el cielo continúe animándonos en el camino de la fe.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 22 de julio de 2008


Ana María Moreno Castillo
(1887-1977)
11 de noviembre, XXX aniversario de su Pascua


"Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de los cielos" (Lc 6, 21). Esta bienaventuranza está hoy en desuso, debido a la ambigüedad endilgada al concepto «pobreza»; ni qué decir del resto de las bienaventuranzas.

Pero me atrevo a pensar que los de espíritu de pobre han de ser como La Niña Anita. En otra ocasión envié a este semanario una reseña biográfica de Ana María Moreno Castillo, "La Niña Anita", para hacer memoria de su vida, verdadera bienaventurada y sierva de Dios, sin ser beatificada.

Esta vez, me he propuesto retomar su figura, pero desde el prisma testimonial de personas contemporáneas a ella, y aún otras que la recuerdan, quizá como aquellos héroes del pasado. La Niña Anita era una mujer sencilla y tranquila -indicaba Don Alejandro Gutiérrez Samaniego- que hablaba y aconsejaba a toda clase de personas, hasta los montañeros y campesinos como yo. Tenía gran amabilidad para todos.

Y yo me cuestiono: ¿No encarna la Niña Anita aquella bienaventuranza cuya recompensa es el Reino de los cielos? Otro testigo fue Don Venancio Villalaz, que glosa, bajo juramento, un trance de padecimiento, cuando fue niño revendedor de quesos a los diez años: Al no estar los quesos disponibles para la venta, me fui al río y tomé un bote para pasear y luego bañarme. Me lancé de cabeza al agua creyendo que el lugar estaba profundo se me abrió una herida en la frente que hasta la fecha se ve la cicatriz. La pierna izquierda sufrió una herida. Me llevaron al Hospital de mi pueblo vecino. Mi pierna estuvo muy enferma; el hueso se me pudrió. Ya el Dr. Sergio González Ruiz, le decía a la Niña Anita que me iba a amputar la pierna. Ella, con mucho amor a Cristo Jesús, le pedía que no lo hiciera. Mientras tanto, imploraba al cielo que mi pierna se sanara. Orando a La Santísima Trinidad y a La Virgen de La Medalla Milagrosa, la sanación se hizo patente.

Hermoso y aleccionador testimonio, que a las claras describe la increíble interioridad de Anita. Su mente estaba puesta en agradar a Dios, en trabajar por El, en ayudar a otros, en dar su tiempo y compartir sus bienes.

Hoy días nos parece difícil y con frecuencia, imposible, suscitar el gozo y alegría agápica que contiene esta bienaventuranza de los "pobres": buscar cada vez más la felicidad del otro, entregarse y desear ser para el otro.

Existe otro meritorio testimonio. Doña Aminta Mendoza Garrido cuenta: Inicié el cuidado de la Niña Anita, en su lecho de enferma, el año 1974 y lo terminé en 1977, al finalizar el novenario de su deceso, que ocurrió el 11 de noviembre de este último año. En todo instante observé en su faz mucha tranquilidad y un tenue movimiento en sus labios, como en íntima comunicación con Dios. Jamás le escuché renegar. Al contrario; cada día le escuchaba decir: "Dios mío, si piensas llevarme a tu lado, no me abandones, porque eres mi Padre; también te pido por esta sierva tuya, mi hijita que me cuida", refiriéndose a Doña Aminta. Y continúa: Muchos enfermos llegaban a su casa pidiéndole ayuda para sanar de sus enfermedades. Me llegó a decir varias veces: "Yo pediré al Señor por todos los pobres y por los que han seguido queriéndome". Estuve presente en el momento en que el Señor la llamó a su lado y pude escucharla cuando dijo: "¡Dios mío!" Y expiró con una sonrisa en sus labios y con su rostro rosado sin gesto de angustia o de violencia.

En ella, aún ya fallecida y durante su sepelio, se notaba un rostro de profunda paz, lo que llamaba la atención de todos los que llegaron a su casa para orar porque su alma se encontrara gozando de la gloria del Padre y cerca de la Virgen Inmaculada. En conciencia, afirmo que durante los tres años en que atendí a la Niña Anita tuve ejemplos de paciencia y de resignación a la voluntad del Señor, los que me animan a seguir esos santos pasos en toda prueba que Dios me mande, como esa cristiana alma que me sirvió de modelo y me animó a seguir sus ejemplos. Existen otros muchos testimonios que aún no se han escrito; sin embargo, siguen siendo conservados cual reliquias de fina envoltura que esperan ser descubiertos.

La bienaventuranza de los "pobres", que revela los rasgos que el Espíritu Santo quiere reproducir en nosotros, a fin de modelarnos y conformarnos con la imagen y semejanza del Hijo de Dios, se cumple fiel y exactamente en La Niña Anita, convirtiéndose en modelo actual de perfecto cristianismo. La historia decidirá su destino: el olvido o el laureado reconocimiento de su herencia, ante Dios y los hombres.

P. Pedro Moreno, OSA

Extracto biográfico de Ana María Moreno Castillo
"La Niña Anita"

Por todos los costados escuchamos voces que reclaman testimonios de auténtica vida cristiana.

La Villa de Los Santos, tan conocida por la gesta independentista del 10 de noviembre de 1821 y su tan afamado Corpus Christi, guarda en lo profundo de su memoria histórica a la entrañable Ana María Moreno Castillo -“La Niña Anita”-, como mejor la conocían sus contemporáneos, de los cuales algunos hoy contarían orgullosos sus recuerdos.

Nació Ana María en la ciudad de Macaracas el 28 de mayo de 1887, sus padres eran villanos. Poco después se reestablecieron en La Villa de Los Santos. Los estudios los realizó entre Macaracas, Los Santos y Panamá capital. Sin embargo, fue la educación familiar la que vertebró su profunda personalidad espiritualidad y don de gentes.

Así quedó patente en su incansable labor caritativa, lo que hoy llamamos Pastoral Social de la Iglesia. También ejerció el magisterio durante un corto periodo de tiempo, suficiente para imprimir en el corazón y la memoria de sus pupilos el amor a la vida, la religión y las buenas costumbres.

En la parroquia de San Atanasio de Los Santos, preparaba a los niños para la primera comunión, lo que hizo por espacio de muchísimos años. En 1915 fundó el antiguo Hospital de San Juan de Dios de Los Santos, tan útil para los villanos. Allí demostró su vocación en el área de la salud, así como también, ofreciendo alivio y consuelo durante el trance final de los moribundos encomendados por su ferviente oración.

Restauró la torre de la Iglesia parroquial a causa del terremoto de 1913; se esmeró profundamente por el mejoramiento de la tradicional Semana Santa de Los Santos, patrimonio cultural y espiritual de los panameños y la festividad de San Juan de Dios (8 de marzo), durante la cual decenas de personas necesitadas acudían a su casa para recibir una desinteresada y valiosa ayuda.

También, debido a su amor a la Virgen María, heredamos, en la forma actual, la solemne fiesta de la Purísima Concepción que cada 8 de diciembre cobra mayor relevancia. La Niña Anita fue galardonada en 1946 con la declaración de “Hija Predilecta” por parte del Consejo Municipal de Los Santos.

En 1959 recibe la condecoración “Pro Ecclesia et Pontífice” del papa Beato Juan XXIII y la Orden “Vasco Núñez de Balboa” del Gobierno Nacional de Panamá.


Ana María Moreno Castillo, ya de edad avanzada cierra sus ojos para este mundo y despertar a la eternidad el 11 de noviembre de 1977, dejando una larga estela de vida cristiana y amor a los pobres con el agradecimiento de su amada Villa de Los Santos que esperaba en vela el vuelo a la celeste morada de un alma hecha toda corazón, mientras los tronantes tambores festejaban la gesta del 10 de noviembre.


Extracto de la Biografía de Ana María Moreno escrita por el presbítero Daniel S. Poveda (qepd).