martes, 22 de julio de 2008


Ana María Moreno Castillo
(1887-1977)
11 de noviembre, XXX aniversario de su Pascua


"Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de los cielos" (Lc 6, 21). Esta bienaventuranza está hoy en desuso, debido a la ambigüedad endilgada al concepto «pobreza»; ni qué decir del resto de las bienaventuranzas.

Pero me atrevo a pensar que los de espíritu de pobre han de ser como La Niña Anita. En otra ocasión envié a este semanario una reseña biográfica de Ana María Moreno Castillo, "La Niña Anita", para hacer memoria de su vida, verdadera bienaventurada y sierva de Dios, sin ser beatificada.

Esta vez, me he propuesto retomar su figura, pero desde el prisma testimonial de personas contemporáneas a ella, y aún otras que la recuerdan, quizá como aquellos héroes del pasado. La Niña Anita era una mujer sencilla y tranquila -indicaba Don Alejandro Gutiérrez Samaniego- que hablaba y aconsejaba a toda clase de personas, hasta los montañeros y campesinos como yo. Tenía gran amabilidad para todos.

Y yo me cuestiono: ¿No encarna la Niña Anita aquella bienaventuranza cuya recompensa es el Reino de los cielos? Otro testigo fue Don Venancio Villalaz, que glosa, bajo juramento, un trance de padecimiento, cuando fue niño revendedor de quesos a los diez años: Al no estar los quesos disponibles para la venta, me fui al río y tomé un bote para pasear y luego bañarme. Me lancé de cabeza al agua creyendo que el lugar estaba profundo se me abrió una herida en la frente que hasta la fecha se ve la cicatriz. La pierna izquierda sufrió una herida. Me llevaron al Hospital de mi pueblo vecino. Mi pierna estuvo muy enferma; el hueso se me pudrió. Ya el Dr. Sergio González Ruiz, le decía a la Niña Anita que me iba a amputar la pierna. Ella, con mucho amor a Cristo Jesús, le pedía que no lo hiciera. Mientras tanto, imploraba al cielo que mi pierna se sanara. Orando a La Santísima Trinidad y a La Virgen de La Medalla Milagrosa, la sanación se hizo patente.

Hermoso y aleccionador testimonio, que a las claras describe la increíble interioridad de Anita. Su mente estaba puesta en agradar a Dios, en trabajar por El, en ayudar a otros, en dar su tiempo y compartir sus bienes.

Hoy días nos parece difícil y con frecuencia, imposible, suscitar el gozo y alegría agápica que contiene esta bienaventuranza de los "pobres": buscar cada vez más la felicidad del otro, entregarse y desear ser para el otro.

Existe otro meritorio testimonio. Doña Aminta Mendoza Garrido cuenta: Inicié el cuidado de la Niña Anita, en su lecho de enferma, el año 1974 y lo terminé en 1977, al finalizar el novenario de su deceso, que ocurrió el 11 de noviembre de este último año. En todo instante observé en su faz mucha tranquilidad y un tenue movimiento en sus labios, como en íntima comunicación con Dios. Jamás le escuché renegar. Al contrario; cada día le escuchaba decir: "Dios mío, si piensas llevarme a tu lado, no me abandones, porque eres mi Padre; también te pido por esta sierva tuya, mi hijita que me cuida", refiriéndose a Doña Aminta. Y continúa: Muchos enfermos llegaban a su casa pidiéndole ayuda para sanar de sus enfermedades. Me llegó a decir varias veces: "Yo pediré al Señor por todos los pobres y por los que han seguido queriéndome". Estuve presente en el momento en que el Señor la llamó a su lado y pude escucharla cuando dijo: "¡Dios mío!" Y expiró con una sonrisa en sus labios y con su rostro rosado sin gesto de angustia o de violencia.

En ella, aún ya fallecida y durante su sepelio, se notaba un rostro de profunda paz, lo que llamaba la atención de todos los que llegaron a su casa para orar porque su alma se encontrara gozando de la gloria del Padre y cerca de la Virgen Inmaculada. En conciencia, afirmo que durante los tres años en que atendí a la Niña Anita tuve ejemplos de paciencia y de resignación a la voluntad del Señor, los que me animan a seguir esos santos pasos en toda prueba que Dios me mande, como esa cristiana alma que me sirvió de modelo y me animó a seguir sus ejemplos. Existen otros muchos testimonios que aún no se han escrito; sin embargo, siguen siendo conservados cual reliquias de fina envoltura que esperan ser descubiertos.

La bienaventuranza de los "pobres", que revela los rasgos que el Espíritu Santo quiere reproducir en nosotros, a fin de modelarnos y conformarnos con la imagen y semejanza del Hijo de Dios, se cumple fiel y exactamente en La Niña Anita, convirtiéndose en modelo actual de perfecto cristianismo. La historia decidirá su destino: el olvido o el laureado reconocimiento de su herencia, ante Dios y los hombres.

P. Pedro Moreno, OSA

1 comentario:

Unknown dijo...

Hoy estube por Los Santos al sepelio de mi bisabuela Buevenida Navarro viuda de Gutiérrez en las cruces y pase frente al futuro hospital que lleva su nombre y me llamó la atención e investigue y encontré este relato de su historia y por algo me llamó la atención. Mi bisabuela fue una mujer servicial con su comunidad, sus pueblos vecinos y familia, fue partera y debota al Cristianismo y siempre decia que el día que el señor la llamara iria felizmente y así fue gracias por compartir esta historia Sr. Pedro